Módulo 1: Guía pedagógica. Las raíces de la paz, el conflicto y la violencia
Módulo 2: Convivencia, justicias y transformación de conflictos comunitarios
Módulo 3: Convivencia y transformación de conflictos con enfoque de género
MÓDULO 4: CONSTRUYENDO PAZ CON RAÍCES TERRITORIALES E INTERCULTURALES

Herramientas conceptuales

Desde el inicio de este material hemos señalado que la paz no significa pasividad. Por el contrario, demanda un ejercicio práctico, intencional y cotidiano de transformación de las condiciones sociales, prácticas culturales y relaciones de poder que alimentan la propagación de la violencia. Ser pacifista no es lo mismo que ser pasivo. Al contrario, es estar comprometido con la NO-VIOLENCIA como principio y fin de la acción. Esto incluye levantarse y actuar para denunciar, detener, y cambiar –desde nuestras capacidades y posiciones– episodios de violencia cada vez que se presentan y cuantas veces sea necesario.

Las luchas por la equidad de género: Abordando las raíces de la violencia para construir paz

Ninguna historia muestra mejor este principio que la diversidad de movimientos de mujeres, quienes en distintos lugares y momentos han luchado por denunciar la violencia que sufren, la exclusión en el ejercicio del poder, la desigualdad que experimentan frente a las condiciones laborales y la discriminación a través de la imposición de roles culturales, sus luchas por decidir sobre sus cuerpos y su sexualidad y, por supuesto, por expresar la diversidad de su identidad cultural más allá de una etiqueta de lo que supuestamente significa «ser mujer» (Aguilera, 2009).

Todas estas luchas han contribuido a tener una vida más equitativa, diversa, disfrutable y empática, que valora el cuidado propio y el de los demás. Los movimientos de mujeres no se han caracterizado por involucrarse en grandes guerras que, de manera violenta, destructiva y a un alto costo humano, buscan imponer cambios dejando a su paso traumas, muertes y fracturas profundas en el mundo.

Las declaraciones internacionales sobre el enfoque de género son documentos que funcionan muy bien para hacernos una idea general de la diversidad de estos movimientos, del largo camino que han tenido que recorrer y de los importantes logros que han alcanzado. 

Como se puede observar en la tabla a continuación, estos instrumentos de derecho son el resultado de algunos de los movimientos de mujeres más significativos a nivel nacional y mundial (Observatorio de Construcción de Paz, 2011).

Tabla 1. Principales instrumentos internacionales en materia de enfoque de género.
Fuente: Observatorio de Cosntrucción de Paz. 2011

El movimiento por la paz de las mujeres

El movimiento por la paz de las mujeres, que es extenso y diverso, es difícil de caracterizar y aún más de cubrir bajo una sola sombrilla. Las reivindicaciones no han sido iguales o simultáneas para todas las mujeres. Por ende, el feminismo es un movimiento heterogéneo con diversas corrientes. En ellas han participado todo tipo de mujeres, desde las que se levantan todos los días a trabajar para sostener a sus familias, pasando por las que resisten pacíficamente la violencia y la violación de sus derechos, hasta las que mantienen vivo el tejido comunitario y cultural a través de la creación espacios de encuentro y las que luchan por lograr su reconocimiento y presencia en espacios de poder político, laboral e intelectual a los que tradicionalmente se les ha negado el acceso.

Como lo señalamos en la parte B de este módulo, sería un error creer que todos los movimientos de mujeres y feministas tienen una idea fija de «mujer», que persiguen las mismas metas o que lo hacen de la misma manera. Afirmar esto sería caer en una gran simplificación que no toma en cuenta la enorme diversidad del feminismo en la historia. Así como las mujeres son muy diversas, sus luchas y los movimientos que se orientan por principios feministas también son muy diversos y se han manifestado de maneras muy distintas en diferentes lugares del mundo.

Diversidades e interseccionalidades de género: mujeres rurales, afrodescendientes, e indígenas

Entre las expresiones diversas de los movimientos de mujeres y feministas encontramos, desde hace ya varias décadas, las reivindicaciones de mujeres negras, afrodescendientes, campesinas e indígenas en Latinoamérica y otras latitudes. Ellas han llamado la atención sobre las situaciones particulares de opresión, sexismo y racismo que viven en sus cuerpos y territorios (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017).

Es importante comprender su diferencia, por cuanto estas expresiones no se alinean necesariamente con las trayectorias del feminismo preocupadas fundamentalmente con la inclusión de la mujer en igualdad de condiciones a espacios y privilegios dominados por hombres, tales como la paridad salarial o el acceso a posiciones de liderazgo en organizaciones e instituciones (hooks, 2000). Aunque estas demandas no dejan de ser importantes, no necesariamente dan cuenta de otras preocupaciones y problemas específicos que sufren las mujeres en zonas rurales o en regiones como el Pacífico colombiano.

Es vital comprender las interseccionalidades de raza, clase, sexualidad y género que ubican contextualmente y de diferentes maneras las experiencias de las mujeres frente a la violencia y, por ende, frente a los potenciales para su transformación. Por ejemplo, en Colombia, las construcciones sociales racializadas sobre las mujeres negras y los patrones estructurales que las afectan en el presente están atadas a legados históricos de la esclavitud y el colonialismo que no sufren todas las mujeres colombianas de la misma manera.

Como dice la Betty Ruth Lozano Lerma (2010), «el feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas». En otras palabras, no puede existir un solo modelo de mujer valiosa para la sociedad o la lucha feminista, especialmente si ese modelo desconoce o subvalora experiencias y reivindicaciones de mujeres afrodescendientes que responden a sus contextos históricos y territoriales. Así, señala ella, podemos encontrar ejemplos de mujeres negras del Pacífico colombiano que reivindican cambios sociales desde legados ancestrales cimarrones y palenqueros. 

Otro ejemplo lo brindan mujeres rurales que han evidenciado cómo las relaciones inequitativas de género en el mundo rural limitan sus oportunidades, por ejemplo, en la titulación y restitución de tierras o en las cargas de las economía del cuidado (Meertens & Zambrano, 2010). Por lo tanto, ellas reivindican la inclusión de la mujer de manera particular y decidida en el movimiento campesino (Instituto de Estudios Interculturales, 2017). Algo similar se puede decir de las mujeres indígenas, quienes han venido trabajando al interior de sus comunidades para cuestionar prácticas de control de la sexualidad, el machismo y la falta de autonomía (Henríquez & Arnillas, 2013).7

En definitiva, estos movimientos no se apartan de las acciones encaminadas a la transformación de la violencia con perspectiva de género. La cuestión es que buscan hacerlo generando análisis específicos a sus contextos y a cómo la violencia las afecta específicamente en sus cuerpos y territorios. Desde allí buscan generar cambios, conexiones, aprendizajes y solidaridades entre sus experiencias, identidades y saberes (Vergara Figueroa & Arboleda Hurtado, 2014). En ese sentido, Elba Palacios (2019) muestra que muchas mujeres afrodescendientes trabajan por la paz desde los lugares que habitan, entendiendo los nexos entre las violencias sistémicas, históricas, sexuales, culturales y racistas, y buscando repensar la convivencia pacífica en sus territorios desde sus vivencias, saberes y sentires.